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La selva es un espacio que te desafía, te confronta e inevitablemente te seduce. La abundancia manifiesta en la biodiversidad amazónica, y el sabio equilibrio que sus habitantes mantienen con el medio ambiente conciertan un genuino aliciente para adentrarnos en este misterioso territorio. Se vuelve pues un destino ineludible para una fotógrafa. Sin lugar a dudas, mi viaje por la selva peruana fue un constante descubrimiento, un continuo estado de sorpresa y gratitud. Conviví durante tres semanas con los pobladores de tres comunidades: la comunidad de Santo Tomas, la comunidad Tres Unidos y la comunidad Milagros, donde pude darme cuenta de nuevas formas de ver y entender el mundo. Por ejemplo la manera que tienen de aprovechar responsablemente todos los recursos que la naturaleza les ofrece y la interacción respetuosa con las plantas, los animales, las lluvias, la tierra y sus dioses.
En este tiempo, quise ser testigo y no protagonista, y retratar en Jose Maria, escenas de la vida de los niños de la selva, en donde los pequeños momentos del día se convierten en los más memorables. La interacción con sus padres, el desenvolvimiento en su hábitat natural, y sus costumbres en general, no solo contrastan con las de un niño de la urbe sino que provocan un equilibrio espiritual en su día a día.
Son momentos pequeños en su acontecer que nos marcan profundamente porque nos hacen o nos vuelven en quienes finalmente nos presentamos: seres humanos. Logre ver en sus miradas ingenuas y sus sonrisas espontaneas, un destello de esperanza. Sus baños en el río, sus juegos con el carrete, con los insectos, con una simple carrera al colegio, en sus clases, aprendiendo y compartiendo, me convencieron de que dentro de su pobreza material, el niño de la selva sonríe a lo simple de la vida y no necesita más que el agua, el verdor y su familia cerca para disfrutar. Por eso, Jose Maria, nos transmite una sabia manera de vivir en equilibrio con su entorno y su espíritu. Un equilibrio que a los citadinos se nos hace cada vez más difícil. Quizás sea tiempo de dar una pausa, volver la mirada y buscar en este misterioso territorio de seres humanos que habitan al otro lado del mundo, las verdades que añoramos, la clave para sonreír a la vida.